Hacia la computación afectiva: máquinas inteligentes y sensibles
A medida que la tecnología avanza, se busca que esta no sólo nos ayude, si no que sea más inteligente, y más amable, que no moleste con información o preguntas innecesarias y que sepa mejor acerca de nuestros intereses.
Con este propósito nacieron los estudios de Rosalind Picard en 1995. Actualmente, la ingeniera estadounidense es la fundadora y la directora de la investigación sobre la computación afectiva en el MIT, que persigue dotar de empatía a la revolucionaria tecnología basada en inteligencia artificial.
La computación afectiva es el estudio y desarrollo de la parte cognitiva y psicológica que puede poseer un aparato.
Ello permite a varios dispositivos reconocer, interpretar, procesar y simular emociones humanas para responder al usuario. Con esto se busca el desarrollo de una empatía, que un ordenador o smartphone entienda a su usuario y lo que piensa, para que así puede reaccionar ante su estado emocional y según la experiencia, utilizar distintos métodos para mejorar su ánimo.
Ya sea a través de cámaras, sensores o micrófonos, el dispositivo puede captar la información, y al pasarla por diversos algoritmos, se consigue la información sobre el estado en el que se encuentra, la respuesta parte del razonamiento de la propia máquina.
Tal y como recoge una publicación de Open Mind, esta simulación de emociones facilita la interacción entre los seres humanos y las máquinas. Y son estas, las aplicaciones útiles las que se investigan y desarrollan en el MIT.
Las aplicaciones son infinitas: en la enseñanza, un tutor electrónico puede cambiar su sistema al ver que el alumno está aburrido, contento o frustrado con su tarea. También en la psicología y la robótica, con mascotas digitales alcanzando grandes niveles de realismo. O cambiando la música dependiendo del estado de ánimo.
Aplicándolo al marketing, se podría analizar el impacto de un anuncio de una manera instantánea, y saber como será recibido el producto. Respecto a su uso social, la computación afectiva integrada en un coche puede reconocer si un conductor está enfadado y tomar medidas de seguridad. Aparte, se está aplicando su uso a métodos de comunicación con autistas.
Luis Aranda